Gratitud

Sucede cada tanto, esto de ir a carpetas de fotos de los años pasados, y sonreír cada vez que las repaso.

Una mezcla de sensaciones regresa a mí, como una ola que me envuelve.

Esa era yo, y era feliz en lo simple de aquellos presentes. Con las pequeñas cosas. Con el aire fresco de la mañana. Con el rayo de luz que se colaba por la ventana. Con el sonido de los pasos en el bosque, y el sonido de la respiración en la ciudad. Con el correr del agua luego de un día de calor. Con el mate caliente en una tarde de invierno. Con el aroma de la ropa secándose al sol.

No puedo dejar de sentir una enorme gratitud por todo lo que estos últimos ocho años me han traído. Con su dolor, con sus angustias, con sus largos tiempos de incertidumbre, también, con sus grandes momentos de gozo y plenitud por saberme afortunada.

Afortunada por todas las hermosas personas que he encontrado en el camino. Personas que me han abierto sus casas, sus vidas, sus familias, sus brazos.

Afortunada por las grandes nuevas amistades que la vida me ha regalado y de las que ya no podría prescindir, que han sido bálsamo y luz en medio de situaciones que no le deseo a nadie vivir, nunca.

Afortunada por la posibilidad de haber vivido hasta ahora en seis países maravillosos. Por haber conocido la cotidianeidad de lugares que nunca hubiera osado imaginar. Afortunada porque ahora hablo cinco idiomas. Porque de la realidad de la que venía, hace ocho años, este presente de hoy me parece otra vida. Un gran regalo.

La vida me trajo, también, la vida de mi pequeña Luz. Y con ella, la mayor de las felicidades y el más profundo dolor. Por su partida, y por todo lo que vino después.

Una de las grandes lecciones de mi vida, desde siempre, ha sido aprender a levantarme.

Sin importar la gravedad de las situaciones, la soledad de las circunstancias, la precariedad de ese presente.

Levantarse.

Creo que nadie puede saber hasta qué punto es capaz de recuperarse hasta que no camina el fondo del dolor. Y se sienta allí por un rato, semanas, a veces meses. Para tomar aire, para ganar fuerzas. El dolor todo lo envuelve y todo lo cambia.

Volver a la superficie es la prueba interna de que pudimos, de que somos capaces, de que el dolor no nos destruyó. Pasar por el fuego depurador y sobrevivir, esa es la prueba.

Romperse en mil pedazos y rearmarse, con lo poco que ha quedado en pie.

Con lo nuevo que comienza a florecer.

Con quienes quedaron a nuestro alrededor.

Con quienes decidieron irse.

Con todo esto, rearmarse.

Cada pérdida en nuestras vidas es una gran oportunidad de aprender. Pequeñas y grandes pérdidas, todas ellas, nos moldean, nos desafían.

Nadie tiene una medida para el dolor, y lo que cada quien pierde es único, como ese dolor.

Perder un trabajo, una relación, una casa, una oportunidad… dolores que es bueno validar, para que no nos hundan al fondo sin percibirlo.

Si una de esas situaciones es tu presente, yo te abrazo en este tiempo de bajar al fondo, en ese rato que necesites sentarte.

Para levantarse, siempre.

Más tarde o más temprano.

Levantarse.

3 responses to “Gratitud”

  1. Querida Vale, que decirte si en tus palabras caben todos los sentimientos de los que está hecha la vida. Y aunque la distancia y la rutina, y un poco también la propia vida, nos hayan distanciado un poco, te abrace cuando luz decidió partir, y te abrazo fuerte ahora y siempre. Agradecida estoy de haber tenido un ser tan precioso como vos a mi lado tantos años, solo espero poder volver a compartir un mate, a contarnos todo, a reír, a llorar, a abrazarnos, a encontrarnos. Ojalá nuestros caminos se vuelvan a unir, y que sea pronto. Te quiero mucho, y siempre.

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    1. Valeria Alves da Florencia | Photography & Stories Avatar
      Valeria Alves da Florencia | Photography & Stories

      Vane, gracias ❤ No hay distancia en el corazón, sólo desencuentros. Ayer pensaba en vos, en tu reloj de arena rosa. Pronto iré a visitarte, y volveré a cebarte mate 🙂 Un abrazo fuerte.

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      1. Deseando llegue ese momento. Bendiciones bella!!

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